Lorena D. Rosales

Desde pequeña fui un saquito de ansiedad: le temía a la muerte, a la enfermedad, a la pérdida de control. En la adolescencia, el ruido se intensificó. Y me di cuenta de algo: nadie nos enseña realmente a vivir. A sostener lo que sentimos, a cuidar de nuestro mundo interno. Siempre fui introspectiva, curiosa y con muchas preguntas existenciales a cuestas. Quería entenderlo todo, pero sólo sabía hacerlo desde la mente. Eso me calmaba a ratos, pero no alcanzaba a tocar el verdadero desequilibrio emocional y energético que vivía dentro de mí.

Elegí estudiar Psicología con la presión habitual de segundo de bachillerato, cuando no me llegó la nota para hacerlo de forma presencial. Pero entrar en la UNED fue una de las mejores decisiones de mi vida. No solo por la libertad que me dio para organizar mi tiempo y formarme desde un lugar más autónomo, sino porque me permitió moldear un camino propio, y hacer de la psicología mi herramienta principal. Ahí encontré mi ikigai (生き甲斐), esa razón de ser que da sentido a todo lo demás.

Me formé como psicóloga integrativa, y encontré en las terapias de tercera generación —como la Terapia de Aceptación y Compromiso, la Terapia Dialéctico-Conductual o el Mindfulness — una manera de abordar el sufrimiento humano con profundidad, respeto y sentido. Al mismo tiempo, empecé a sumergirme en el enfoque IFS (Internal Family Systems), la visión somática del trauma, la importancia del contexto y las terapias sistémicas, la espiritualidad y la salud integrativa.

Como a tantas personas, el 2020 fue un punto de quiebre. El miedo, la incertidumbre y el aislamiento me llevaron a tocar fondo. Experimenté lo que Eckhart Tolle llama la noche oscura del alma: ese momento en el que el sufrimiento es tan profundo que ya no puedes identificarte con tu ego, y empiezas a vislumbrar que eres algo más allá de tus pensamientos o tus emociones.

Desde entonces, mi vida se convirtió en un proceso de búsqueda y retorno. Un regreso a lo esencial. Empecé a preguntarme:

✧ ¿En qué momento perdimos la conexión con nuestra sabiduría natural?

✧ ¿Cómo podemos recordarla?

✧ ¿Qué nos aleja a los humanos de ese estado de presencia?

Encontré muchas respuestas, y aún más preguntas. Pero entendí que sanar no es arreglarte, es aprender a acompañarte. No es dejar de sentir, sino dejar de huir.

Y de ese lugar —más honesto, más presente, más mío— nace Safe Space. Un espacio seguro para que puedas aprender a estar contigo desde un lugar de amabilidad, conciencia y verdad. Donde puedas habitar tu historia con respeto y descubrir tus propios recursos para sanar, crecer y reconectar contigo.

Soy psicóloga integrativa y acompaño procesos individuales, grupales y comunitarios. Comparto contenido, creo herramientas prácticas para el día a día, y sostengo espacios donde poder desahogarte, ordenarte y sentir que no estás sola en esto.

Aquí estás a salvo. Y desde aquí, podemos empezar.